Vocación vs mercantilización: rescatar el sentido del periodismo
El periodismo nació como una vocación al servicio de la verdad y de la sociedad, no como un negocio. Su fuerza proviene de la confianza pública, no del capital. Sin embargo, con el paso del tiempo, gran parte de la prensa ha sido absorbida por la lógica del mercado: audiencias convertidas en clientes, información convertida en producto y periodistas transformados en piezas de una maquinaria de rentabilidad.
Frente a esta deriva, rescatar la vocación periodística no es nostalgia: es una necesidad moral y democrática.
1. La vocación: raíz del periodismo
La vocación del periodista es un impulso interior hacia la verdad y el servicio público.
Es la convicción de que informar no es una transacción económica, sino un acto de responsabilidad social.
Un periodista vocacional se mueve por el deseo de comprender y explicar, no por el afán de figurar ni por el beneficio personal.
La verdadera vocación no se mide en salarios ni premios, sino en coherencia y compromiso.
El periodista vocacional siente que su labor tiene propósito: dar voz a los que no la tienen, esclarecer lo que otros ocultan y sostener la conciencia colectiva.
2. La mercantilización del oficio
El periodismo comenzó a transformarse cuando la información empezó a verse como mercancía.
La publicidad, los intereses empresariales y la competencia por el clic reemplazaron el sentido de misión por el de rendimiento.
El resultado ha sido una prensa que muchas veces prioriza la viralidad sobre la veracidad, el espectáculo sobre la profundidad y la conveniencia sobre la ética.
Bajo la lógica del mercado, los temas se seleccionan por su capacidad de generar ingresos, no por su relevancia social.
Así, los medios dejan de ser guardianes del interés público para convertirse en corporaciones de entretenimiento.
El periodista pasa de ser un servidor del pueblo a ser un “productor de contenidos”.
3. La pérdida del sentido y sus consecuencias
Cuando la información se somete al dinero, la vocación se diluye.
El periodista deja de investigar para producir volumen; el medio deja de formar criterio para mantener tráfico; el público deja de informarse para distraerse.
Y una sociedad desinformada es terreno fértil para la manipulación, la corrupción y el autoritarismo.
La mercantilización no solo degrada la calidad del periodismo, sino también su dignidad.
Convierte la verdad en un bien negociable y la conciencia en una variable de marketing.
Allí donde la ética se vende, la credibilidad se extingue.
4. Rescatar la vocación: volver al propósito
Rescatar la vocación periodística significa recordar por qué existe el periodismo.
No para complacer al poder, ni para servir a intereses privados, sino para garantizar el derecho ciudadano a saber.
El periodista vocacional vuelve a mirar a la sociedad como su único cliente y a la verdad como su única meta.
Esa vocación se expresa en acciones simples pero profundas:
- Investigar aunque no sea rentable.
- Denunciar aunque incomode.
- Dar contexto cuando otros buscan ruido.
- Rectificar cuando se equivoca.
- Negarse a callar ante la injusticia.
El periodista con vocación entiende que su trabajo no es un producto, sino un servicio público.
5. Nuevos desafíos: independencia en la era del mercado digital
Hoy, los medios digitales amplifican tanto la posibilidad de informar como el riesgo de venderse al algoritmo.
La presión por monetizar contenidos y atraer clics ha creado una cultura de inmediatez que amenaza la esencia del oficio.
Pero también ha abierto un espacio para los periodistas vocacionales e independientes que eligen informar sin someterse a intereses comerciales.
El reto es construir modelos de comunicación sostenibles sin sacrificar principios.
La independencia económica debe servir a la independencia moral, no sustituirla.
6. La vocación como resistencia
Ejercer el periodismo con vocación en tiempos de mercantilización es un acto de resistencia.
Es resistir la banalidad, la mentira y la uniformidad.
Es defender la verdad como bien común, no como propiedad de unos pocos.
Cada periodista que elige la ética sobre el lucro ayuda a sostener la salud moral de su comunidad.
7. Conclusión: el alma del periodismo
El periodismo sin vocación es ruido.
El periodismo sin ética es propaganda.
Y el periodismo sin conciencia es negocio, no servicio.
La vocación periodística no se enseña: se siente.
Es la llama interior que recuerda que la información pertenece al pueblo, no a los bolsillos que la financian.
Rescatar la vocación es rescatar la esencia del oficio: buscar la verdad, aunque no venda.
Porque mientras existan periodistas guiados por su conciencia y no por el mercado, el periodismo seguirá siendo un acto de libertad.